De eso se trata, de proteger con instrumentos legales a cada ser vivo, por grande o pequeño que sea, de las amenazas y la codicia del ser humano.

El 70% de los océanos del mundo, hasta el sábado de madrugada, no eran de nadie o eran de todos. Y de eso nos dimos cuenta en Greenpeace hace muchos años, cuando intentamos crear un área marina protegida en las aguas internacionales del Ártico, donde un puñado de petroleras intentaban alcanzar en esas aguas, cada vez con menos hielo, reclamar como suyos los fondos oceánicos. De hecho, Rusia plantó en 2007 una bandera a 3.000 metros de profundidad para decir que el Ártico es suyo. Y nosotras, en Greenpeace, “plantamos” un piano que bajo las maravillosas manos de Ludovico Einaudi vivió una Elegía por el Ártico.